A pesar de mi larga senda, he ido trabajando sin ponerle nombre a mi centro. Nunca he parado en ello, pero con esto de ir creciendo, iba notando que ponerme en el mundo de la información era un paso de aceptación de cómo funciona: la gente busca lo que necesita, e internet es una gran herramienta para que me encontréis, pese a mis resistencias analógicas.

He tardado 9 meses en encontrar un nombre desde que en enero del 2024 me pusiera a ello, pues tenía que ser algo que cuadrara bien con el sentido de lo que hago, tanto en el acompañamiento individual como grupal. Me dejé en barbecho en el “no sé” del que cada vez me fío más, barajando muchas posibilidades, pero ninguna acababa de ser lo que me timbrara por dentro.

Y en septiembre, poco a poco, vino, colándose en mis ideas. Siempre comparo el proceso personal con el viaje iniciático que desde toda la mitología antigua se describe como el continuo crecimiento que tiene que pasar el ser humano, con sus pruebas, sus retrocesos y sus triunfos. Una y otra vez, en nuestra cultura se cuelan los símbolos de este viaje, que reconocemos sin saberlo, en los cuentos, películas, arquetipos que se repiten sin cesar. El héroe, la señal de llamada a la aventura, los compañeros, los maestros y ayudas mágicas, los rivales, las grandes pruebas, externas (dragones, batallas por la libertad y la justicia, princesas que salvar) o internas (dudas, miedos, renuncias…), yendo hacia el objetivo final. Y mientras, el héroe y la heroína que somos va creciendo, a través de todas estas experiencias de la vida.

Recordé de mis lecturas infantiles que Argos, entre otros en mitología griega, fue la nave que Jasón utilizó en su travesía marítima para conseguir el vellocino de oro, que tenía el mágico don de curar. A sus marineros, elegidos entre los más valientes, se les llamaba argonautas. Entonces me cayó la ficha.

Porque querida y querido, si has llegado hasta aquí leyendo, te aviso del desafío. Trabajar en tí mism@ es ir a por el vellocino de oro. Lo empezamos con esperanza, porque necesitamos curar algo, porque sabemos que algo no va bien. Una falta, un no sé qué… muchas veces sí sé lo que pasa, pero voy retrasando el momento de cogerlo por los cuernos porque me da miedo, porque miro para otro lado, porque no sé qué hacer conmigo. Pero sé que tengo que cambiar, y decido empezar por mí. Es entonces cuando empieza el viaje.

No te miento. Será enriquecedor, bello, y difícil. La Gestalt, que es desde donde yo trabajo, es una técnica profunda, para que reconstruyas las zonas que lo necesiten, para que deseches las que no te sirven. Para que en ti tengas el sostén interno y el contacto directo contigo mism@ que te sirvan de guía. Para que te autoregules y te encuentres con el héroe y heroína que te habitan. Para que desates los nudos que no te dejan moverte, y encuentres esa libertad de ser todo lo que eres, incluso lo que te cuesta. Para que entiendas tus heridas y las del resto, y puedas poner compasión en ellas, y cuidarte y cuidarles bien.

Y mientras luchas con el dragón, vas haciendo el músculo necesario para traer a la Vida el vellocino de oro: más conciencia, amor, claridad, cuidado, fuerza, flexibilidad, presencia en el aquí y ahora… El tesoro es enorme, el viaje es largo. Por eso Argos, un barco que sostiene la travesía, no exenta de maravillas y dificultades.

Bienvenid@s, argonautas. Empieza la aventura.